Todos dejaron de creer en ellos, todos menos los que seguían confiando en algo mejor, en esos reyes que seguían siendo padres, tíos, amigos y abuelos. Grandes enclaves que no dejaban de lado nada. Los otros traían lanzas, las mejores espadas... y aún así querían más y más, no se sentían saciados al ver derramar tanta sangre inocente, (cosas de la raza, no nos sentimos bien con nada). Poco a poco los valientes dejaban de tener seguidores, ya nadie creía en ellos, todos se desanimaban e iban siendo comprados por los cobardes. ¡Tenían tan poco ingenio! Pero aún así los valientes no se rendían, siguieron y aunque no hubiera ya nada por lo que luchar empeñaron su vida... consiguieron derrotar a los cobardes y el campo de batalla cesó de derramar sangre, algunos heridos que quedaban fueron curados por algunos de los pocos sanos que quedaban del grupo de los valientes, daba igual del bando del que fueran, ellos no dejaron nunca de ser personas, no guardaban rencor, estaban bien educados.
Tal vez en eso consiste ser valiente, seguir aunque todos esperen que abandones, no dejar de ser tú ante la gente y no tener miedo a perder, al final de la tormenta siempre llega la calma.
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